La noche de los fuegos artificiales.

He encontrado entre la agobiante multitud, una calma que llena el vacío que ha quedado en mi alma. He sido consciente de como mil almas en pena, huecas, vacías, y tristes, personas perdidas, ángeles sin alas, y con alas...pero rotas, entre tanto vacío encontraban un pequeño oasis en su propio desierto de dolor.
Partícipe de como un par de acordes, entre focos de colores, capaces de iluminar nuestra fracturada existencia, conseguían que de alguna manera uniésemos nuestras voces, y también nuestra agonía, por unos minutos bajo la atenta mirada de las estrellas en verano.

Y la he visto de nuevo, caminando con paso firme, aunque por dentro esté temblando. Como si pudiese resquebrajar el mundo en cada uno de sus pasos, como si realmente no llevase en los tobillos las cadenas del miedo que le impide salir volando. 
La he visto brillar bajo la luz de mil estrellas,entre las cuales ella era la que más destacaba, puedo trazar con los ojos cerrados, la curva de su cuello, y el movimiento de su rubia melena agitándose al ritmo de una de las tantas canciones que le arrancaban una sonrisa, y le hacían romperse la garganta en cada estribillo. 


Como si fuese el sonido de un dulce tintineo,ha resonado su carcajada por encima del solo de una guitarra, mientras sus ojos brillaban de tal forma, que en ellos he podido encontrar un pequeño fragmento de su inocente alma, al tiempo que mil fuegos artificiales se reflejaban en su oscura superficie, y habría jurado que no hay cielo estrellado más hermoso que el que se refleja en su mirada. 

Soy consciente de mi incapacidad para hablar de mí en primera persona, pero al terminar la noche, sentí que mis estrellas se apagaban, y no quedaba en el cielo ni un solo rastro de toda la luz que parecía reflejarse en los fragmentados cristales de mis alas. 
Daban las tres de la mañana y yo tan solo necesitaba tus brazos en mi cintura y notar como el dulce aleteo de tu corazón me acariciaba la mejilla,y por fin ser consciente de que el cielo no tenía estrellas aquella noche, porque todas habían terminado tejiéndose con fino hilo azul en la calidez de tu mirada. 
He terminado viendo como el sol despuntaba entre los árboles, a través del frío y húmedo cristal, de un autobús demasiado lleno. Sintiendo como el aliento helado de la mañana se colaba entre los huecos de mis costillas, recubriendo de una fina capa blanca mi templado corazón. Y es que cada mañana el fuego que me derrite por dentro, parece apagarse, y vuelvo a ser exteriormente un témpano de hielo en un mundo vacío, aunque estoy segura de que en mi interior las galaxias no han desaparecido, simplemente se ocultan hasta que se ponga el sol y vuelvas a hacerme sentir como si estallasen fuegos artificiales a la altura de mi ombligo. 

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