Dos océanos

De nuevo me enfrento a una página en blanco, aunque he de decir que he retomado mi vieja costumbre de escribir un poco cada noche. 
Esta vez, es porque he vuelto a ser una bala perdida, un barco sin capitán, un corazón sin sangre, o un alma desangrada, rota y olvidada. Creo que he perdido el rumbo un 14 de Febrero, mientras todos celebraban lo enamorados que estaban, yo deshojaba margaritas mientras corazón y cabeza mantenían una lucha digna de la época medieval, en la que más que declararse un ganador, se declararon dos vencidos.

Cuando vuelvo la vista atrás, solo veo un rastro de dolor, un camino gris en el que brillan pedazos de mi alma que se han roto, prefiero no fijarme en ellos, y no ser consciente de lo agujereada que estoy. Tuve que hacer caso, cuando me dijeron que las alas de un ángel por muy rotas que estén no están diseñadas para permanecer en tierra, y yo me até, haciendo caso omiso, a la primera piedra que encontré, sin darme cuenta de que de ese modo, trituraba sin piedad lo poco de mí que quedaba ileso.
He ignorado, apartado la vista y me he engañado al ver la primera brecha que se creaba sin saber el motivo, he pensado que si no la miraba quizás desaparecía, o es que tal vez siempre estuvo ahí y yo no la había visto. Cuando abrí de nuevo los ojos ya no había brecha, solo un mar de diminutos pedazos que ya no se podían reconstruir, me he dado la vuelta, queriendo encontrar al culpable de mi destrozo y me he encontrado con que mi piedra, más que piedra, era bomba, y había estallado.

Me debato de nuevo, sintiendo como todos y cada uno de mis pedazos se clavan en mi piel,ignorado el incesante dolor de haberme dejado romper. Siento que en tierra no me queda nada, siempre he dicho que soy un espíritu libre, que no me engancho a ningún ancla, aunque sea pirata, no le tengo miedo a las alturas, aunque de tanto estar atada siento que no sé volar. 
Es entonces cuando me encuentro cara a cara con dos océanos contenidos como si fuesen pequeños lagos, he temido el momento de enfrentarme sola al nuevo abismo, a las olvidadas alturas que tanto amaba, y ahora resulta que quizás no esté del todo sola; he encontrado una guía de un intenso azul que me tiende la mano sin ponerme un bocado, que no huye al ver mi torpeza en los primeros vuelos, que mira con dulzura todos mis pedazos, y en lugar de detonar parece querer arreglarlo, no puedo ignorar el miedo que emana de las antiguas heridas que se han formado en mis alas, pero quizás sea el momento idóneo para curarlo, para dejarlo ir, y ser valiente de nuevo. Para tomar impulso y olvidar a la piedra, a la bomba, al ancla, y a las cadenas, para abrir las alas con más fuerza que nunca y no volver a dejar que nadie me arrebate las ganas. B8

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