Lucecitas odiosas de navidad
Hay pocas cosas que me gusten de la navidad aunque intento mantener la ilusión, la ilusión de que un día todo será perfecto tal y como siempre me lo he imaginado, y la ilusión es lo último que se pierde -o eso dicen-.
Odio eso de tener que dar estúpidos regalos a la gente que no va a prestarles más atención a parte del día en el que son novedad, odio eso de que todos se vistan "bien" y se hinchen a comer como si no hubiese mañana ¿cuál es el espíritu navideño de eso?. Siento ir a contracorriente como de costumbre pero yo me niego a demostrar afecto con algo material.
Me quedo con mi Navidad idealizada donde nos pasamos la noche frente a la chimenea comentando como nos ha ido el año, preocupándonos unos por otros... Siempre me han dicho que vivo en el mundo de los sueños y quizás tengan razón, que nada es como yo lo imagino porque la realidad es dura, y pues maldita realidad.
No tengo buenos recuerdos de estas fechas, gritos en la mesa, vasos rotos, peleas, golpes, demasiado alcohol...mierda.
Llantos después de palabras hirientes de parte del ser que más quieres en el mundo, que mentirosos los de la publicidad con sus familias alegres cenando en nochebuena o fin de año.
Escribo esto bajo la atenta mirada de un parpadeante árbol de Navidad que simplemente me hace sentir más sola de lo normal, nostalgia por un lugar que no conozco, pero sabiendo que ESE lugar es en el que está mi calma y mi tranquilidad.
Porque nadie entiende como se me encoge el corazón cuando salgo a la calle y me encuentro con esas luces brillantes iluminando la acera, derrochando alegría y felicidad. Que asco me da la gente que es feliz en estas fechas -o que envidia.- el caso es no poder salir a la calle y aguantar en todas partes esas lucecitas, pasarme el frío invierno queriendo alejarme de ellas en busca de un lugar algo más oscuro, algo menos alegre, algo un poco más como yo me encuentro cada año el veinticinco de Diciembre.
No sabes vivir rodeada de alegría, creyendo que no la mereces y que no estás a la altura de recibirla, que no eres suficiente...y que te deje como si una losa te cayese en el pecho y de pronto solo quisieses llorar, pero sin tener un hombro donde hacerlo o tenerlo demasiado lejos, ajeno a estos pensamientos que lentamente nublan mis entendederas cuando se acerca la triste, fría y falsa Navidad.
Odio eso de tener que dar estúpidos regalos a la gente que no va a prestarles más atención a parte del día en el que son novedad, odio eso de que todos se vistan "bien" y se hinchen a comer como si no hubiese mañana ¿cuál es el espíritu navideño de eso?. Siento ir a contracorriente como de costumbre pero yo me niego a demostrar afecto con algo material.
Me quedo con mi Navidad idealizada donde nos pasamos la noche frente a la chimenea comentando como nos ha ido el año, preocupándonos unos por otros... Siempre me han dicho que vivo en el mundo de los sueños y quizás tengan razón, que nada es como yo lo imagino porque la realidad es dura, y pues maldita realidad.
No tengo buenos recuerdos de estas fechas, gritos en la mesa, vasos rotos, peleas, golpes, demasiado alcohol...mierda.
Llantos después de palabras hirientes de parte del ser que más quieres en el mundo, que mentirosos los de la publicidad con sus familias alegres cenando en nochebuena o fin de año.
Escribo esto bajo la atenta mirada de un parpadeante árbol de Navidad que simplemente me hace sentir más sola de lo normal, nostalgia por un lugar que no conozco, pero sabiendo que ESE lugar es en el que está mi calma y mi tranquilidad.
Porque nadie entiende como se me encoge el corazón cuando salgo a la calle y me encuentro con esas luces brillantes iluminando la acera, derrochando alegría y felicidad. Que asco me da la gente que es feliz en estas fechas -o que envidia.- el caso es no poder salir a la calle y aguantar en todas partes esas lucecitas, pasarme el frío invierno queriendo alejarme de ellas en busca de un lugar algo más oscuro, algo menos alegre, algo un poco más como yo me encuentro cada año el veinticinco de Diciembre.
No sabes vivir rodeada de alegría, creyendo que no la mereces y que no estás a la altura de recibirla, que no eres suficiente...y que te deje como si una losa te cayese en el pecho y de pronto solo quisieses llorar, pero sin tener un hombro donde hacerlo o tenerlo demasiado lejos, ajeno a estos pensamientos que lentamente nublan mis entendederas cuando se acerca la triste, fría y falsa Navidad.
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