Enveneno
He sido un fantasma, un espejismo, una idealización, llámalo como quieras, pero irreal. A veces yo tampoco sé quién o cómo soy, me confundo entre la imagen que quiero dar y lo que soy, mezclo ambas y se diluyen. Quizá por eso un día digo blanco y al siguiente digo negro, indecisa y contradictoria, por eso soy una ilusión, cuando quieres llegar a alcanzarme me desvanezco, porque, en realidad, nunca he estado.
He crecido creyendo que era menos que el resto, por eso siempre que conozco a alguien trato de caer bien, de sentirme a su altura, validada, reconocida. Busco la palmadita en la espalda que nunca he recibido en casa fuera de ella. Esto hace que también sea insegura con todo aquello que hago, nunca creo que esté lo suficientemente bien, que sea lo suficientemente bueno, o que merezca la pena, me suele costar reconocer en público, o en alto, mis logros, aunque internamente lo suelo hacer, salvo días puntuales. Eso no quita que tienda a necesitar un refuerzo positivo. Nunca he sido especialmente sociable porque sentía que los demás me juzgaban, por algún motivo sentía que todo el mundo se estaba fijando en mí, esperando que hiciese algo malo o raro de lo que poder reírse. De ahí viene que suela cubrirme con una coraza, no llevo bien las críticas hacia mi forma de ser, gustos, gestos o manías, porque aún no he terminado de aceptar que no tengo que ser motivo de vergüenza para mí misma por nada de ello, dadme tiempo. Cuando era más joven, antes de decir algo, pensaba si X o B persona que me parecía mejor que yo -socialmente hablando- haría o diría eso, me censuraba a mí misma y eso es muy cansado. De hecho, con el tiempo, deriva en no saber qué es lo que dirías tú, porque siempre has interpretado un papel, o varios.
Con todo, soy irascible, no porque tenga mecha corta como suelo decir, o mal carácter, sino porque siempre estoy a la defensiva. Acostumbrada a ser un saco de boxeo me cuesta no ver malas intenciones detrás de cada gesto, creo que todo el mundo me tratará igual de mal que me han tratado y considero que a veces peco de ingenua al no darme cuenta. Por eso mismo pienso mal de primeras, por si acaso. Una forma de protegerme. Cubro mis inseguridades bajo un falso narcisismo que me hace sentir atacada cada vez que alguien me señala algún defecto, mi orgullo se siente herido y responde con un bombardeo. Soy consciente muchas veces de los propios fallos, pero no me gusta que los demás me los muestren porque inmediatamente siento que me ven como alguien "peor", y yo siempre he tratado de ser "mejor" o al menos "igual". Llevo mal las críticas, demasiado orgullo inflado, me las tomo como ataques en lugar de como una forma de hacerlo bien. Esto aplica a todos los ámbitos, no soporto la ayuda cuando no la pido, pero tampoco me gusta pedir ayuda porque lo percibo como debilidad, como reconocer que no sé algo, que no sé hacer algo, y eso me duele. Por algún motivo creo que debo saber todo siempre, y si no es así no merezco nada.Siempre trato de caer bien de primeras, de vender dulzura, simpatía y cordialidad, pero luego soy arrogante, irascible, quejica, mal tomada y mal encarada. Termino considerando que los demás me deben algo de forma inconsciente, como si tuviesen que soportar cualquier cosa, como si ellos no pudiesen cansarse de mi mal humor, mal carácter o mala conducta. Como si yo misma no fuese consciente de que trato mal a las personas en ciertas ocasiones... trato de proteger el "de buena tonta" con una prepotencia que no soporto, ni en mí ni en nadie. Me convierto en mi propia madre más veces de las que me gustaría, pretendiendo que los demás sepan lo que quiero, hagan lo que yo espero que hagan, rebajándoles al mínimo y sin valorar sus esfuerzos y dedicación. Sistemáticamente. Hago lo que no quiero que me hagan.
Lo peor de todo es que soy consciente de mi rudeza, de mi mal carácter y aún así no soy capaz de cambiarlo. Termino por alejar a todo el mundo. Hay personas que han aguantado malas respuestas, comentarios, tonos ... años y años, y aún así cargan con todo el daño que hago a la espalda, el día que lo suelten me romperé yo. Soy consciente de la urgente necesidad de cambio, retengo demasiado daño dentro que se me escapa en forma de ira, como dice mi madre: si me muero la lengua me enveneno. Y es verdad.
Soy un fraude, una mentira.
Pero supongo que aún puedo limpiarlo.
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