Camino sin andar

Soy Caperucita roja frente al sendero, Dorothy mirando sus baldosas amarillas pero con miedo a poner un pie sobre ellas, bueno, miedo no, desconfianza. Miro hacia los lados, donde todas las personas que conozco avanzan por sus propios senderos, y es entonces cuando me quedo observando mi camino, sin ganas, o con muchas, pero no de cruzarlo, porque los de los demás parecen mejores ¿y por qué me ha tocado a mí este?

Soy consciente de que no debo comparar mi sendero con el resto, no es justo para nadie, pero cómo no hacerlo cuando los demás parecen tener bajo las suelas esas franjas arco iris que te hacían ir más rápido en el juego de Crash y, en cambio, bajo las mías no hay nada, solo tengo frente a mí un sendero empinado, de los que sabes que te va a costar subir. Y observo a los demás conseguir cosas, metas y/u objetivos y me veo a mí, paralizada frente al sendero que no sé a dónde me va a llevar porque aún dudo de ser capaz de subirlo, y me autoflagelo cuando veo que alguien toma algún atajo que le lleva más rápido justo donde deseo llegar yo, como si fuese mi culpa, como si yo pudiese hacer algo cuando llevo todo este tiempo sobre la misma baldosa incapaz de avanzar y sin darme cuenta de que no operamos con el mismo tiempo ¿dónde estaban ellos a mis 22?

Ellos tan ligeros...claro que para poder volar a veces hace falta algo más que desearlo, impulso quizá. Aún así, es muy fácil salir corriendo cuando llevas deportivas y muy difícil cuando tus zapatos aprietan, cuando te pesa la mochila y cuando, en lugar de un empujón para remontar la cuesta, tienes una cuerda atada a la cintura que sientes que te partirá en dos al mínimo tirón que des. Pero no es eso lo que me retiene, como siempre, lo que me ata las piernas para que no de ni un paso más es el miedo a no hacerlo bien, no, el miedo a no hacerlo perfecto, el miedo a quedarme por el camino mientras el resto avanza, aún no sé si es mejor no intentarlo o morir en el intento. Todo esto sin saber siquiera si moriré en él, solamente porque hasta la mínima posibilidad de fracasar me asusta, e incluso sin que haya sucedido termino sintiéndome como tal solo porque veo a alguien llegar a la primera base. Irracional. Y siempre recuerdo a mi psicóloga cuando esto pasa: Chiquilla, no compares tu nivel 1 con el nivel 100 de alguien, ya llegarás. Y aún así...

Con frecuencia estoy tanto tiempo comparando mis pasos temblorosos con los firmes de los demás que olvido que donde estoy ahora también fue una meta en su momento, que no hace tanto estaba unos cuantos metros más allá con el mismo miedo a no lograr lo que tengo ahora. Tan acostumbrada a que me comparasen con todo el mundo y siempre perdiese en la comparación que me veo incapaz de darme la vuelta y observar mi camino hasta ahora. Constantemente sintiendo que no he hecho nada, que no he alcanzado nada cuando, en realidad, no es cierto. Puede que yo no me sepa atajos y puede que me de miedo caerme, que me caeré, puede que vaya más despacito, con pasos mas cortos, pero es que no sé cómo andarían otros con mi mismo calzado, o si andarían siquiera, y eso con frecuencia se me olvida. 

Aunque esto último me lo digo sin aplicarlo porque la realidad es que me sigo sintiendo como si hubiese perdido antes de empezar, aún sabiendo que no es verdad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Stor(ies)y

Supr.

Peter tiene miedo a volar