Adiós, mariposa

Me veo reflejada en el espejo, de nuevo, un ocho más aunque el primero fuese casi sin pretenderlo. Dos manos y unas tijeras cortan, justo por encima de los hombros, una melena que no ha vuelto a crecer desde hace ya dos años. Mientras caen los mechones por los hombros recuerdo que lo único bueno que me decías era, “qué bonito tienes el pelo, yo cuando tenía tu edad tenía la misma melena, igual de larga, todos me cortejaban por ello”. Quizá por eso, el día que tú soltaste la vida yo solté el miedo que tenía a cortarme el pelo y, mentiría, si dijese que fue, en cierto modo, como soltar una cuerda que no era consciente de estar sosteniendo. 

Era ocho de marzo en la ciudad que yo llamo de luces, solo porque me dio la luz que había perdido, pero de esto ya hace mucho tiempo, el caso es que estaba en ella cuando era ocho de marzo, había atascos y mucha gente alzando la voz, haciendo ruido, suele ser un día bullicioso pero, a mí, que siempre tengo cosas que decir, ese día, se me cortó la voz. Una llamada por teléfono y la voz entrecortada al otro lado de quién siempre será el hombre de mi vida, entonces…ausencia. Y en este estado, de no ser capaz de asumir lo que ha pasado, me dejaron de nuevo en casa, y me senté en el sofá sin ser capaz siquiera de pensar. Mi mente se había muteado por completo, no tenía voz, ni palabras, ni sentía nada, aún cuando debía sentirlo todo. 

Vagué como un fantasma vestida de negro, con mi nueva melena por encima de los hombros y la boca en silencio, como nunca antes. Y me abrazaron y abracé, y lloré sin disimulo, hablé y también reí cuando el dolor pareció disiparse un poco. 


Siempre decías Quisiera ser mariposa y poder surcar los mares... que nunca supe de dónde había salido, pero lo decías, lo entonabas como si lo recordases de algún tiempo muy lejano, pero ahí se queda todo lo que hayas podido decir(me). A tus ojos, no fui nada, nada digno de mención se entiende, sin el interés por el noviazgo de mis antecesoras, siempre con preguntas y un libro bajo el brazo, poca cosa, pero tenía el pelo bonito, por eso me lo corté. Porque yo no he sido ni, al fin comprendí, seré mis antecesoras pero, nunca por ello merecí que lo dijeses. 

Por aquel entonces yo era un diente de león que se evaporaba al mínimo soplido, tan frágil que daba miedo mirarlo, por si se rompía, pero nunca lo apreciaste, tenías la casa llena de ortigas que tú misma habías regado, por eso mismo el día que te fuiste para no volver no sabía qué sentir. La sangre une pero, en nuestro caso, no fue así, creo que me dolía no haber tenido que lo que tu figura representó para todos los demás, no he podido tener lo que el resto sí, porque mi última esperanza eras tú y renegaste de tu papel. 


Ese mismo día, sentí que me liberaba del último amago de seguir siendo el diente de león que crecía en tu jardín trasero, y no sabría decir qué flor ocupó su lugar porque, en realidad, siempre he sido alérgica al polen, pero sé, que yo, al contrario que el resto, no me convertí en mariposa ni quise serlo, ya no, nunca más. Siempre hablo de mis alas, las que me cuesta usar porque a veces sufro de vértigo después de vivir tan pegada al suelo, pero sé que no son alas de mariposa, porque yo nunca fui de esas que se ven bonitas de lejos y tan feas de cerca, esas a las que tú si dabas la atención que yo nunca supe cómo obtener. 



Hoy, me vuelvo a cortar el pelo porque, según tú, era lo único que tenía bonito pero, ya no, porque ya no lo necesito. 

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