Al aire para curarse
No sé qué pasa, he vuelto aún cuando pensaba que por fin mi pequeño tren se encarrilaba, que he pasado un verano en el que me veía asentada en el trayecto, libre de miedos y con más ganas que nunca de llevar por buena ruta a esta torpe locomotora.
Y a la primera de cambio me he venido abajo, se me ha roto la tuerca y se ha derrumbado mi castillo de naipes, ¿quién osa soplar contra él?
No voy a mentir diciendo que no tengo miedo ahora, porque lo tengo, a tropezar y que ese sea el comienzo de un no parar, no ser capaz a enderezarme de nuevo o a caerme por mi propio abismo.También siento ira, ira contra la corriente, porque yo nado, y pataleo, pero la corriente me arrastra aunque le ponga empeño, aunque me deje la vida y la piel en la roca, me gana; y no debería ganarme, debería ser capaz de sobreponerme...tantos debería.
Empieza una nueva etapa, un típico borrón y cuenta nueva, estoy como un niño con zapatos nuevos el primer día de escuela, con ganas de comenzar bien, y de demostrar todo lo que sé, y puedo hacer, pero a veces mi vida es una tragedia; antes de estrenar mis zapatos alguien los ha manchado de barro y los ha hecho trizas, con el único objetivo de arrancarme la ilusión de un plumazo, de ver en mi rostro el daño que su presencia me inflige. Sé que su único placer dentro del dolor que arrastra consigo misma es el de ver que hay gente peor, que mi felicidad le escuece como alcohol en la herida, y que solamente se ve capaz de estar en paz cuando ve la desgracia en sangre de su sangre, porque nunca ha celebrado mis logros, más siempre ha buscado formas de desmerecerlos y de catalogarlos mediocres, pobre alma mía que trataba de tomar aliento de ello para ser más perfecta cuando el fin no era otro que mi caída, y desgracia.
No merece mis lamentos, soy consciente, pero aún así he de reflejar el daño a ratos, para curarlo, como si de una herida se tratase.
Y a la primera de cambio me he venido abajo, se me ha roto la tuerca y se ha derrumbado mi castillo de naipes, ¿quién osa soplar contra él?

Empieza una nueva etapa, un típico borrón y cuenta nueva, estoy como un niño con zapatos nuevos el primer día de escuela, con ganas de comenzar bien, y de demostrar todo lo que sé, y puedo hacer, pero a veces mi vida es una tragedia; antes de estrenar mis zapatos alguien los ha manchado de barro y los ha hecho trizas, con el único objetivo de arrancarme la ilusión de un plumazo, de ver en mi rostro el daño que su presencia me inflige. Sé que su único placer dentro del dolor que arrastra consigo misma es el de ver que hay gente peor, que mi felicidad le escuece como alcohol en la herida, y que solamente se ve capaz de estar en paz cuando ve la desgracia en sangre de su sangre, porque nunca ha celebrado mis logros, más siempre ha buscado formas de desmerecerlos y de catalogarlos mediocres, pobre alma mía que trataba de tomar aliento de ello para ser más perfecta cuando el fin no era otro que mi caída, y desgracia.
No merece mis lamentos, soy consciente, pero aún así he de reflejar el daño a ratos, para curarlo, como si de una herida se tratase.
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