Errores

No quedarse estancado, o ser el mismísimo estanque. 

Porque si hablamos de estanques, prefiero quedarme aquí, en la orilla, salpicar (chiscar), arrancar hierbas, y deshojar margaritas, a tomar el otro camino, el puente que supera el estanque, que me hará llegar a la otra orilla. No me gusta la orilla en la que mi reflejo está aislado, solitario, y decaído; dadme la orilla que es casa. 
Mil veces lo he pensado y lo he añorado, me he visto en la mitad del puente, con mi alma valiente convencida de querer cruzarlo, de que no debía dar marcha atrás, pero algo tiró, quizá un hilo...rojo, y me desgarró un poco el alma. Es un aviso, un aviso de lo que se romperá si lo cruzo, y dudé, me quedé inmóvil con la vista fija en aquel estanque, en él nadaban mis recuerdos, de años y años. En ese ligero instante, en ese limbo entre orilla y orilla, me di cuenta de cuánto añoraba, y aunque al volver, el tiempo había pasado sin darme cuenta y el agua se había evaporado, decidí sentarme a su lado, a llenar mi estanque con las lágrimas si fuese necesario.

No debes quedarte estancada, me dicen, pero cómo no estarlo si soy el mismo estanque, si lo llevo tan dentro que en cuanto me alejo me desgarro, y la pérdida sería mayúscula. No hay testigos del tremendo dolor que adormece mis sentidos, cuando pienso en alejarme, o en que sea inaccesible, en que se evapore, que haya tardado demasiado en bajar del puente, maldigo al puente y a mi suerte. 
Y floto en sus aguas, removiendo los recuerdos, empañando los cristales, y doliendo, esperando a que vuelva todo a su cauce, a que me duela un poquito menos. Es la única forma de coser los desgarrones, aunque temo el paso del tiempo.

costurera de gotas de agua, 
arreglando los errores, 
cosiendo con hilo rojo y a mano mil perdones.



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