Ahora soy yo

Me encontraba en un pozo profundo, del que creí no saber salir nunca. Braceaba tratando de no ahogarme, de mantenerme a flote pero, siendo sincera, no creí que aquello fuese a durar mucho. Tenía -y tengo- pavor al fracaso, me veía inútil frente a la pluralidad de éxitos que veía frente a mí, incluso cuando no eran para tanto alboroto. No era capaz de comprender que el éxito de otros no era mi fracaso, y eso estaba emponzoñando mi alma. Recuerdo estar frente a una taza caliente de nesquick, en un día no tan frío como parecía, lamentándome porque aquel que había hecho las prácticas conmigo, y había obtenido más nota en ellas, acababa de empezar a trabajar en un colegio privado. En uno de tantos a los que yo había mandado el currículum sin ninguna novedad. No era consciente de que, en apenas un día más, iba a recibir la esperada llamada, aquella que jamás esperé llegar a responder. 

Llegó el esperado día, el día D. Pasé tres horas hablando con diferentes personas, mostrando la mejor de mis sonrisas, haciendo tests de personalidad que no concebía cómo responder, sentada en unos sillones esperando a que alguien me reclamase... estaba nerviosa, muchísimo. Aunque estaba segura de que no me iban a llamar, no cumplía los requisitos, había ido por probar suerte, por ver si sonaba la campana, pero no podía evitar estar nerviosa, quería hacerlo bien. Recuerdo salir contenta de aquel colegio, pensando que, quizá, si había suerte, volviese a recorrer sus pasillos. Nada más salir llamé a mi familia, una situación que ya había vivido en verano: recorrer la capital contenta, haciendo mil planes mentales para nada. Chof. 


Esa misma noche me llegó la buena noticia y mis nervios: ¿esto era verdad? ¿iba a pasar? ¿esto iba a ser así de verdad de la buena? tenía miedo a no cumplir las expectativas, a que fuese un error, a estropearlo sin darme cuenta. Cuando pisé de nuevo el colegio no me lo creía, iba a estar allí todo el año... caras nuevas, nombres, sonrisas, lugares, clases, alumnos... toda la información rodaba por mi mente sin que me diese cuenta. Y entre todo ello una cara conocida, una sonrisa tímida el día de mi entrevista, charlar tranquilamente acerca de la asignatura de biología, uno de mis nuevos alumnos. Tranquilidad, iba a ir bien. 

Sí, fue un cambio duro pero, me sentí más completa que nunca. Nada ha sabido nublar la euforia hasta el momento, disfruto cada vez que piso la puerta de entrada como una niña y no me creo aún la suerte de estar haciendo aquello que más me gusta. Mis alumnos se han convertido en mis críos, me quedaría con ellos en el aula eternamente si pudiese. Disfruto de cada clase, incluso de aquellas que no me gusta como salen al final y no puedo asimilar que vaya a hacer esto el resto de mi vida. Lo único que me preocupaba era el sentimiento de seguir siendo "la nueva", de contestar aún la pregunta del millón ¿tú eres la de filo?, pero hoy algo ha cambiado. Infinitas tardes he tenido que contestar que sí, me quedaba unas horas después del cole hasta el bus, sí, me quedaba en la sala de profes sí, cerraba yo al salir, sí, otro día más aquí, pero hoy ha sido diferente. "Hasta mañana, Clau". Y de pronto la confianza que no sabía si tenía con el resto de mis compañeros apareció ante mis ojos. Creí que iba como pollo sin cabeza pero, en el fondo, he sido la "voy yo" desde que llegué. Siempre que había algo que cubrir, algo que hacer, "voy yo". Sin importarme la hora, qué estuviera haciendo, si llegaría tarde a mi clase de después o tenía que perder una hora libre. He sido la de las anécdotas graciosas, y la que cada día dejaba un libro nuevo sobre la mesa que hacía que el resto de la mañana fuese opinando sobre dicha lectura. Me he ganado un hueco, he dejado de ser "la de filosofía", "la nueva", "Claudia", y he empezado a ser "Clau" y creo que ahora, por fin, respiro tranquila. 



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