Cascabel de otro tiempo
La vida me daba vueltas, me volvía loca de desesperación en un túnel del que sentía no salir jamás, daba tumbos sin encontrar respuesta, sin encontrar una mísera señal.
Pero a veces parece que el tiempo se para, y el torbellino de emociones que me retenía presa me escupió sin miramientos, se hizo la luz, y necesité tiempo para enfocar de nuevo. No tengo palabras para expresar el sentimiento de caer de nuevo en la quietud del mundo cuando sientes que llevas años dando tumbos, cuando has estado en la sórdida oscuridad pensando que quedarías retenida de tus propios sentimientos, de no saber dejar ir, de no aceptar que los capítulos se terminan.
Aún caminaba asombrada por el nuevo sendero, por la luz que había iluminado mi pequeño y ordenado nuevo mundo cuando sentí la señal por la que tanto había rogado, si hay un Dios arriba no puedo evitar pensar que al final me lo ha dado, después de tanto clamar. Mi señal estaba justamente delante de mí, y yo tardé en apreciarlo, porque nadie te prepara para la sinergia de dos cuerpos que se reencuentran sin saber que lo están haciendo. Y con qué palabras explicar el frenazo temporal que se lleva a cabo cuando por fin estáis frente a frente, como si de una película se tratase los ojos se abren llenos de un asombro que aún no saben procesar, y sientes que tu alma, si es que existe el alma, tintinea por dentro con un sonido que jamás soñaste volver a recordar, una melodía familiar que resuena del fondo del ser, que evoca quizá otros tiempos, un deja vu que no llega a ser del todo.
Y te deja con mal cuerpo, como si faltase una pieza para comprender lo que está sucediendo, y pasa el tiempo, y algo sucede pero no identificas, no sabes, solo escuchas un tintineo de fondo, llamando, un nombre que tienes atascado en la garganta a pesar de no conocerlo aún. Y cómo puedo yo conocerte sin haberlo hecho, por qué mi cuerpo grita tu nombre en silencio si lo desconozco, por qué mi alma te echa de menos si aún no...
Es el suave balanceo de una brisa repleta de preguntas sin respuesta, y sin receptor, cuentas con una única evidencia, y es que en lo más hondo de mi ser hay una firma, que he leído siempre al revés, y ahora enfoco y veo su nombre escrito en dorado, el hilo del destino tejido en mi piel interna, y entonces supe lo que estaba pasando. Uno jamás se pierde, ni se desorienta, necesitas dar vueltas, marearte, perderte para enfocar de nuevo, una nueva perspectiva un cascabel que resuena.
Han pasado dos años desde que mi alma reclamó lo que es suyo, lo que le pertenecía por nacimiento, el nombre que llevaba incrustado con fuego dorado. Dos almas que se reconocen producen un sonido que no se puede expresar con palabras, se inundan de una calidez que creían haber experimentado mucho antes, pero no era así, no se puede comparar una chispa con un incendio, ahora lo veo claro. Son dos cuerpos reconociéndose con la tranquilidad de quien ya se ha conocido antes, con la tranquilidad de quien hace muchos años se dijo hasta luego, y lo ha cumplido. A veces se necesita más tiempo, a veces no es fácil escuchar el cascabel, a veces uno tampoco quiere escucharlo, porque no es el momento, pero cuando pasa no puedes evitar recordar cuántas veces lo habías escuchado antes, y lo habías ignorado, quizá era un aviso de que estaba cerca, quizá al lado, pero tu alma no quería escuchar porque aún era muy temprano.
Pero a veces parece que el tiempo se para, y el torbellino de emociones que me retenía presa me escupió sin miramientos, se hizo la luz, y necesité tiempo para enfocar de nuevo. No tengo palabras para expresar el sentimiento de caer de nuevo en la quietud del mundo cuando sientes que llevas años dando tumbos, cuando has estado en la sórdida oscuridad pensando que quedarías retenida de tus propios sentimientos, de no saber dejar ir, de no aceptar que los capítulos se terminan.
Aún caminaba asombrada por el nuevo sendero, por la luz que había iluminado mi pequeño y ordenado nuevo mundo cuando sentí la señal por la que tanto había rogado, si hay un Dios arriba no puedo evitar pensar que al final me lo ha dado, después de tanto clamar. Mi señal estaba justamente delante de mí, y yo tardé en apreciarlo, porque nadie te prepara para la sinergia de dos cuerpos que se reencuentran sin saber que lo están haciendo. Y con qué palabras explicar el frenazo temporal que se lleva a cabo cuando por fin estáis frente a frente, como si de una película se tratase los ojos se abren llenos de un asombro que aún no saben procesar, y sientes que tu alma, si es que existe el alma, tintinea por dentro con un sonido que jamás soñaste volver a recordar, una melodía familiar que resuena del fondo del ser, que evoca quizá otros tiempos, un deja vu que no llega a ser del todo.
Y te deja con mal cuerpo, como si faltase una pieza para comprender lo que está sucediendo, y pasa el tiempo, y algo sucede pero no identificas, no sabes, solo escuchas un tintineo de fondo, llamando, un nombre que tienes atascado en la garganta a pesar de no conocerlo aún. Y cómo puedo yo conocerte sin haberlo hecho, por qué mi cuerpo grita tu nombre en silencio si lo desconozco, por qué mi alma te echa de menos si aún no...
Es el suave balanceo de una brisa repleta de preguntas sin respuesta, y sin receptor, cuentas con una única evidencia, y es que en lo más hondo de mi ser hay una firma, que he leído siempre al revés, y ahora enfoco y veo su nombre escrito en dorado, el hilo del destino tejido en mi piel interna, y entonces supe lo que estaba pasando. Uno jamás se pierde, ni se desorienta, necesitas dar vueltas, marearte, perderte para enfocar de nuevo, una nueva perspectiva un cascabel que resuena.
Han pasado dos años desde que mi alma reclamó lo que es suyo, lo que le pertenecía por nacimiento, el nombre que llevaba incrustado con fuego dorado. Dos almas que se reconocen producen un sonido que no se puede expresar con palabras, se inundan de una calidez que creían haber experimentado mucho antes, pero no era así, no se puede comparar una chispa con un incendio, ahora lo veo claro. Son dos cuerpos reconociéndose con la tranquilidad de quien ya se ha conocido antes, con la tranquilidad de quien hace muchos años se dijo hasta luego, y lo ha cumplido. A veces se necesita más tiempo, a veces no es fácil escuchar el cascabel, a veces uno tampoco quiere escucharlo, porque no es el momento, pero cuando pasa no puedes evitar recordar cuántas veces lo habías escuchado antes, y lo habías ignorado, quizá era un aviso de que estaba cerca, quizá al lado, pero tu alma no quería escuchar porque aún era muy temprano.
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