Islandés

Cada día que pasa se añade un peso más a mis cadenas, a esa condena que cumplo a ciegas, y que cada día se hace más visible ante mis ojos, quería hablar de cuánto brillaba hoy el sol por la mañana, o del eterno viaje en bus de este mediodía, del calor, del sueño, de las ganas, y en cambio voy a hablaros de capítulos a medias.

He escrito con polvo de hada y a mano cada una de las palabras del capítulo que nunca he terminado, desde la emperatriz escondida en el hielo más etéreo, hasta el electro más potente, y no sé como seguir. Porque he entendido que no se deben hacer así las cosas, que dar un portazo al final nunca soluciona nada, y que solamente rompe los cristales; no molesta hasta que los pisas, hasta que una pequeña florecilla de color rojo se encendió dentro de mi crisálida, no sé si se trata de curiosidad, de miedo... pero está ahí y me veo haciendo malabares con una mano vendada.

No tengo claro de qué extremo de la cuerda he tirar, de un lado cuelga un iceberg que está próximo a aplastarme, y de otro está mi liberación, el alma libre, lo que he anhelado durante años. Lo quiero, lo necesito y no sé cómo lograrlo, voy dando tumbos, palos de ciego...tiemblo. He pedido un tiempo y de nuevo no sé qué he hecho con él.
Echo de menos cosas, y tiempos. Segundos y segunderos.

Había una vez una palabra en islandés, un basilisco en la torre de astronomía, un bloque de hielo, ganas de quemar el mundo, y dos miedos. Aún no sé cómo va a terminar la historia. 



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