A ratos


A veces noto que puedo con todo, que las ganas de tirar hacia delante son más fuertes, que este dolor interno que he criado durante algo menos de dos décadas no está a ratos comiéndose lo poco que queda de mi alma.  Me duele aceptarlo, me duele pensarlo, y me duele ver que si echo la vista atrás solamente puedo reconocer el miedo, el mío, a ser yo.
Es bastante triste llegar a cierto momento, aunque esta vez quizá no sea demasiado tarde, y ver que has estado durante años con el miedo enredado en el corazón, viendo que te temblaba el pulso al hablar de ti, porque siempre has tenido miedo a que juzgasen. A que juzgasen lo que hacías, los motivos por los que lo hacías, lo que te gustaba, lo que no te gustaba, lo que te hacía sentir bien, o incluso lo que te hacía sentir mal, porque para ellos las cosas nunca debían ser o hacerse tal y como tú las hacías.

A estas alturas admito que he crecido creyendo, que todo, absolutamente todo lo hacía al revés, nunca comprendí qué hacía tan mal; he crecido cambiando absolutamente todo lo que he sido para tratar de sentir la aceptación, ¿y sabéis?, ojalá hablase de amigos, pero no. Mendigaba destruyéndome a mí misma, un "estoy orgullosa", un aplauso, un premio, un signo de que por una vez, solamente por una vez, estaba haciendo las cosas bien. Que yo, no era tan mala.
Quizá no debía buscar ese premio, pero después de que durante años, meses, semanas, días, horas, cada día al despertarte y hasta que te acuestas, te recuerdan todo lo que haces mal, lo desastre que eres, lo inútil que eres a sus ojos, necesitas que te hagan ver que hay algo que haces bien. Porque he cambiado todo , no he podido hacer más, he renunciado a lo que era por complacer, por ese aplauso, que por desgracia nunca llegó.

Han pasado los días, y esta niña dejó de ser tan niña, seguía viendo que por más que se dejase la piel en ello, seguía sin ser lo suficiente, seguía haciendo las cosas mal, porque aunque estuviesen bien, siempre le sacaban algo que podría mejorar. Es capaz de identificar mil errores en todo ello, cosas que podrían haber sido más perfectas incluso dentro de la perfección absoluta, porque después de años aún no sabe cuándo hace las cosas bien, porque nunca, absolutamente nunca, se lo han dicho, y ha crecido pensando que es porque nunca ha acertado. 
¿Qué haces cuando no sabes lo que haces bien?.

Por momentos algo dentro se me revuelve, porque se ha cansado, porque ya no quiero seguir intentando dar más, porque hasta cuando lo he dado todo, ha caído sobre mí el peso del juicio, de la crítica y del desprecio. Por momentos siento que ya no puedo, porque no va a estar bien, porque en realidad no necesito ese aplauso, ese premio, ese "lo has hecho bien", porque a estas alturas si me lo dijesen...ya no serviría. Me he convertido en ellos, pero dentro de mí, y de verdad que no quiero. 

Pero ¿quién tiene ahora el manual para saber cuándo está mal?, si no soy capaz de aplaudirme, aunque otros me aplaudan. 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Stor(ies)y

Supr.

Peter tiene miedo a volar