Mil rosas
Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así, que el mundo parecía ir demasiado rápido y de pronto alguien ha parado el crono.
Tiritaba sin saber hacia dónde ir en un bosque helado, veía el mundo desde lo lejos, como si un cristal me impidiese acercarme a lo que ocurría allí. Cada día que pasa sentía el frío instalarse entre mis costillas, congelando mi crisálida, impidiendo a la mariposa que algún día llegase a ver la luz.
Cuando menos lo esperaba, tropecé, con un niño perdido, yo, que soñaba con ser Peter pan, con salir volando a donde los niños jamás crecen, donde todavía quieren dar y recibir, donde no es todo fachada, y mentiras; encontré a un niño solo, al que nadie reclamó, y juro que de su risa, aunque no era la primera, nacieron mil hadas. Quizá ninguno de los dos sabíamos volar, o quizá ya habíamos crecido demasiado, aunque no por dentro; descubrí que todavía había niños perdidos, que estaban muy solos, y que Peter pan no volvería a encontrarse en una isla perdida, ni tendría que ir de rojo escarlata.
Mi niño perdido no era la esperanza, era amarillo, ese color que da mala suerte a los actores, y que poca gente recuerda, no suelo conocer a gente amarilla, pero sé que el niño perdido, no podía ser de otro color. No era la esperanza porque representaba mucho más que eso.
Es entonces, gracias a él, cuando le agarré fuerte de la mano, el momento en el que comprendí, que quizá no todo iba a ser tan gris, que Nunca jamás no está deshabitado, y que podemos ir a él, sin polvo de hada. Porque quizá lo único que necesitemos para volar, es que alguien nos lleve a ver estrellas de la mano, nos lea un cuento por la noche, y plasme el alma en un par de dibujos. Quizá la noche ya no da tanto miedo a su lado.
Comentarios
Publicar un comentario