La chica del rompeolas


De nuevo he vuelto a ser la chica del rompeolas.
La chica que cuando su mundo se cae a pedazos, busca paz en la espuma que salta por encima de su cabeza.
La chica que espera que su dolor interno se rompa como el mar contra la roca.
Aquella que durante los días de invierno o de verano, se sienta durante horas a observar como muere el mar, como rompe, como duele..
Pero lo peor es que siempre vuelvo, porque nunca me curo.

Intento olvidar que soy un náufrago en mi propio océano, que nadie, ni siquiera yo, es capaz de descrifrar el laberinto en el que me he metido, que he levantado muros tan grandes, que son una cárcel.
Cada vez que intento liberarme, que intento vivir, y ver que la vida, quizá no es tan mala conmigo, siento que me ahogo, me paralizo, y soy incapaz de salir de mi agujero. 

Aún recuerdo con cariño, cuando parecía que tenía luz propia, y que nadie conseguía hacerme sombra...ahora..ni si quiera recuerdo qué es verme brillar, o al menos, sentirme brillar.
Soy como la sombra perdida de Peter pan, la mano que le falta al capitán Garfio, un Jack sin Domivat, y Hogwarts sin la torre de Astronomía, aunque yo desconozco qué es esa parte de mí que me falta. 

No recuerdo el motivo de estar escribiendo estas líneas un sábado por la noche, cuando debería estar de fiesta. Dieciocho años entre paredes rojas, mil historias, y pocas ganas de descubrir lo que me espera ahí fuera. Recordando lagunas pasadas, y soñando que estas eran mejores.

Vuelvo a mis tinieblas, espero que en vuestra galaxia brille el sol.

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